Nací en Sevilla el primer día de noviembre de hace ya bastantes otoños.
La mayor de 5 hermanos, crecí rodeada de creatividad, imaginación, momos y cuentos.
En las tardes de aquella infancia que se ve lejana pero ahora más que nunca la siento bien cerquita, iba a clases de teatro, me encantaba leer y visitar las bibliotecas de mi pueblo, amaba dibujar, escribir cuentos, canciones y sobre todo, mucha poesía.
Al entrar en la temida adolescencia, la señora vergüenza y la señora timidez se adueñaron de mí, dejé el teatro y me dediqué prácticamente a sobrevivir en un mundo adolescente que no me gustaba, pero gracias a la poesía (con la cual gané un par de premios en mi instituto), a escribir canciones de hip hop y a hacer muchos, pero que muchos dibujos en mis cuadernos (aquellos dibujos también me dieron alguna motivación en forma de premios), aprendí a desahogarme con las rimas, a buscar consuelo con los versos y a hacer más llevadero todo aquello con lo que me estaba enfrentando.
Fui creciendo y de repente tuve que elegir que estudiar sin tenerlo muy claro, así que me decidí por educación infantil, ya que pensaba que podría sacarle provecho a todo aquello que me gustaba hacer junto a los más pequeños.
Después de varias decepciones laborales (quién dice varias dice muchas o muchísimas), mi vida cambió de rumbo totalmente y ¡sorpresa! empecé a trabajar de modelo que a su vez, me volvió a llevar a los escenarios y a delante de las cámaras, ¡Quién me lo iba a decir! ¡Con lo vergonzosa que yo era!
Fueron unos años divertidos, dónde exploré, me puse a prueba y pude ser distintos personajes que utilizaba quizás para no ser yo misma o no del todo al menos...
Me formé en doblaje y locución ,además hice varias masterclass referentes a las locuciones publicitarias, de animación y videojuegos. Trabajar con mi voz empezó a moverme algo por dentro y más aun cuando empecé a grabar mis propias historias, mis pequeños relatos...
Fue entonces cuando en el 2020 todo cambió.
Después de una serie de catastróficas desdichas,
me di cuenta de que me había alejado totalmente
del camino de baldosas amarillas, estaba perdida,
tenía que volver a encontrarme, lo necesitaba.
Me costó soltar, ¡Vaya si me costó!
pero fue necesario en la búsqueda para volver a
encontrarme.
De repente, un día me vi desempolvando mis pinceles. Otro, había sacado mis viejos cuadernos.
Volvía a escuchar las teclas cantarinas.
Las acuarelas brillaban.
Aquella pequeña Lucy que tanto extrañaba había vuelto, era hora de volver a escucharle.
Gracias por leerme, gracias por estar. Seguimos la aventura.